La boca es el comienzo o, si se quiere, la proa de los animales: en los casos más característicos es la parte más vivaz, es decir, la más aterradora para los animales vecinos. Pero el hombre no tiene una “arquitectura” tan sencilla como los animales, y ni siquiera es posible decir dónde comienza. En rigor comienza por la parte superior del cráneo, pero lo alto del cráneo es una parte insignificante, incapaz de atraer la atención y son los ojos o la frente los que desempeñan el papel significativo de la mandíbula de los animales. Entre los hombres civilizados la boca incluso ha perdido el aspecto relativamente prominente que todavía tiene entre los “salvajes”. No obstante, la significación violenta de la boca se ha conservado en estado
latente: se recupera de pronto con una expresión literalmente caníbal como bocas de fuego, aplicada a los
cañones por medio de los cuales los hombres se matan entre sí. Y en las grandes ocasiones la vida humana
todavía se concentra bestialmente en la boca, la ira que hace apretar los dientes, el terror y el sufrimiento atroz
que hacen de la boca el órgano de unos gritos desgarradores. Resulta fácil observar al respecto que el
individuo trastornado levanta la cabeza estirando el cuello frenéticamente, de modo que su boca llegue a
ubicarse, tanto como sea posible, en continuidad con la columna vertebral, es decir, en la posición que
normalmente ocupa en la constitución animal. Como si unos impulsos explosivos debieran surgir
directamente del cuerpo a través de la boca en forma de vociferaciones. Este hecho pone de relieve a la vez la
importancia de la boca en la fisiología o incluso en la psicología animal y la importancia general de la
extremidad superior o anterior del cuerpo, orificio de los impulsos físicos profundos: vemos al mismo tiempo
que un hombre puede liberar esos impulsos al menos de dos maneras diferentes, con el cerebro o con la boca,
pero apenas se tornan violentos se ve obligado a recurrir a la forma bestial de liberarlos. De allí el carácter de
constipación estrecha de una actitud estrictamente humana, el aspecto magistral de la cara con la boca
cerrada, hermosa como una caja fuerte.
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