sábado, 28 de junio de 2008

Lo han dicho

Todos los cambios, incluso los más deseados, encierran su melancolía, por cuanto lo que se abandona es una parte de nosotros mismos: hay que morir en una vida para entrar en otra.
ANATOLE FRANCE

Querría que, ante todo, mereciera la mayor estimación el hombre de bien, y desearía que la mayoría dejase de admirar y aplaudir, sea grande o pequeño, a quien perjudica y engaña al prójimo en beneficio propio, sin otro motivo que el considerarse un hombre genial capaz de engañar y causar daño con talento y habilidad. Desearía, en cambio, que fuese más admirado quien es más útil a los demás hombres.
MASSIMO D'AZEGLIO

No hay más que un modo de ser felices: vivir para los demás.
LEÓN TOLSTOI

viernes, 27 de junio de 2008

La mente

(En una reflexión sobre la profunda ansiedad del Hombre de las sociedades modernas y el enorme misterio que todavía supone para nosotros nuestra propia mente...) La mente, conformada por los códigos heredados de la especie y la propia historia personal, es la suma de lo recibido, más lo convalidado por las experiencias individuales. Puede ser utilizada tanto al servicio de la esquizofrenia como de la salud.
El pensamiento es el ladrón de la felicidad, núcleo de caos y de confusión. Controlar el pensamiento equivale a reducir el ruido para alcanzar así la mente mística o silente. ¿Podemos aprender a controlar el pensamiento cuando lo deseemos y recobrar de este modo una mente no dividida, no perdida en la multiplicidad? Éstas son las cuestiones que ya hace 5.000 años se plantearon los yoguis, que elaboraron métodos, técnicas y claves para esa otra calidad de ser y de estar.
Recuerdo que el "punto de quietud", así llamado por los místicos orientales, permite un desplazamiento del hemisferio derecho al izquierdo, un paso de la segunda a la primera causa por el que la vida se vivencia desde la calma y no desde la angustia y que puede lograrse mediante distintas técnicas de trabajo interior. En el espinoso tema de los maestros espirituales y su relación con los discípulos recalco que el maestro sólo ejerce como un amigo espiritual que ayuda a subir un peldaño en la misma medida en que el discípulo le ayuda a él, pero el verdadero maestro es siempre interior y no puede ser sustituido por personalidades externas. Señalo a la avidez, al resentimiento y a la ignorancia como las raíces de la perversión, y a la identificación como el elemento que nos atrapa. En estos momentos es necesaria la noche oscura del alma, el viaje interno a través del propio caos, para recobrar la sabiduría primordial, crística o búdica. En el camino evolutivo, identifico tres obstáculos que han de ser superados: los pensamientos-basura, los prejuicios o puntos de vista aferrantes y las situaciones inacabadas o frustantes. Propongo la meditación como vía eficaz y práctica para morir a la mente vieja y nihilista y despertar así a una nueva conciencia.

miércoles, 25 de junio de 2008

El nuevo sentido común

El nuevo sentido común es volver a las raíces, ser como somos. Afirmo que lo único que va a funcionar para llegar al fondo de nosotros mismos es la cooperación.
Llego a preguntarme por el sentido de la libertad y su relación con el sentido común, respondiendo que para ello es preciso introducir el concepto de paradigma: conjunto de valores que conforman una cultura, un pensamiento, una forma concreta de actuación.
Los valores del nuevo paradigma ya se conocen. Son la nueva salud, los fenómenos telepáticos, la conciencia de que el bienestar del cuerpo depende del estado emocional, etc. Pero ya no es el momento de hablar de ellos... Ahora, pienso, lo que tenemos que hacer es afirmar el nuevo paradigma, no dando de él la visión final, pues aún no la poseemos, sino la más moderna.
Si hemos logrado tantos valores, ¿por qué la realidad cotidiana no es reflejo de ellos? ¿Qué nos pasa si somos tan estupendos? El cerebro se activa ante la conciencia. ¿Para qué sirve pues la mente consciente? Cuando estamos integrados en la vida, no nos importa que nos lleve la corriente. Surgen entonces los enfrentamientos entre los distintos aspectos de nuestra personalidad.
No es fácil que todas las partes de nuestra personalidad trabajen en armonía. Para conseguir la armonía y ser creativos hay que unificar toda nuestra personalidad en función de un objetivo, un propósito. ¿Cómo adquirir ese propósito?
Es necesario descubrir que hay que hacer algo que nadie hace. Es entonces cuando nos sentimos responsables. Por otro lado, debemos preguntarnos también ¿qué me aliviaría si los demás lo supieran? Sea lo que sea, la verdad interior es el peso que llevamos encima. La mayor parte de las veces respondemos a esa pregunta con idealismo. Todos ocultamos nuestros ideales por miedo al ridículo, pero si los ideales son los que nos van a salvar, mejor es actuar rápidamente.
Para dejar de ser personas fracturadas, tenemos que descubrir y comunicar nuestros ideales más profundos. ¿Qué puede ser más divertido que un descubridor? Una de las cosas que dice el nuevo paradigma es que todos estamos cualificados para ser un descubridor.
La gente privilegiada de hoy no son los ricos, sino los que hacen lo que quieren hacer, los descubridores y los creativos. Mientras ellos no decidan que el mundo sea creativo, el mundo no cambiará. Nosotros somos nuestros propios líderes.

martes, 24 de junio de 2008

¿Piensan las máquinas?

Las nuevas sociedades informatizadas o posindustriales han pasado de los recursos de la tierra y el capital a la economía de los servicios y las telecomunicaciones. La cinematografía y la ciencia ficción han generado entusiasmos y recelos sobre el uso de los ordenadores, nuevos sentimientos y miedos ante una tecnología capaz de simular lo que hasta ahora se consideraba la parte más recóndita del hombre, su cerebro.
Desde los medios académicos que hoy trabajan con la inteligencia artificial se han hecho afirmaciones petulantes que han provocado debates en algunos casos innecesarios. ¿Piensan las máquinas? Con las tecnologías inteligentes nos enfrentamos al eterno debate de si las cosas son usadas o nos usan.
Lo importante es no rechazarlas generando fantasmas, mitologías y miedos, sino entenderlas para saber darles batalla si fuese necesario. La ciencia no es el problema, somos nosotros el problema. No podemos fabricar un enemigo de objetos y cuestiones que en sí son absolutamente neutras. En la actualidad, la antropología cognitiva destaca el error de diseñar máquinas pensando que sólo generamos otro instrumento más, y por lo tanto el comportamiento humano no puede obviarse en los nuevos diseños científicos y tecnológicos.
Más allá de utopías y hermosas ideologías, el futuro existe como probabilidad y la conciencia planetaria solo puede conseguirse con la intervención de la razón, la imaginación y la voluntad.

lunes, 23 de junio de 2008

En el filo de lo invisible

Después de siglos de euforia, sobre todo durante los tres últimos en los que un inmenso mundo permanecía todavía cerrado y cargado de incógnitas, de tierras y conocimientos por descubrir, hemos desembocado en un fin de ciclo donde aquella euforia de la modernidad parece haber languidecido. Diríamos, incluso, que hasta nos ha decepcionado.
La salida hacia el Cosmos, la tímida aproximación hacia su inmensidad desconocida, la esperanza de que podríamos llegar un día a viajar por el tiempo y atravesar en un instante los límites inefables del espacio, cada uno de estos sortilegios se burlan ahora de nosotros a medida que pisamos el umbral de sus cambiantes fronteras.
Ante este panorama, recobra nuevo vigor el camino de las búsquedas interiores, cuyos misterios, pese a ser insondables, difíciles y hasta peligrosos, tienen siempre la contrapartida de las conquistas reales, tangibles y no abstractas; aquellas que, en definitiva, impulsan al ser humano hacia el encuentro con su propia realización, con su propia perfección.
Esta nueva perspectiva hace mudar todas nuestras concepciones de las cosas. La misma aventura a la isla desconocida, virgen y enigmática, que tanto nos atrae, se transforma en un viaje hacia el recuerdo de las claves de nuestro pasado, que son las de nuestro presente y las de nuestro futuro. Un porvenir en el que la propia Ciencia, ya más humilde que antaño, tiene algo que decir. Y una búsqueda que, en definitiva, siempre concluye en esos quiebros que la vida y la muerte -inseparables- sostienen incansables y siempre seductores. En el fondo, una osadía y un lance en el filo de lo invisible.